Adviento, Reflexiones

ADVIENTO- NAVIDAD 2012
RED DE COLEGIOS SAGRADO CORAZÓN
REFLEXIONES Y ORIENTACIONES PARA EL PROFESORADO
Significado
Adviento es un tiempo cuyo nombre (adventus) significa “venida”. Al revivir la espera gozosa del Mesías en su Encarnación, preparamos el Regreso del Señor al fin de los tiempos: Vino, Viene, Volverá.
Adviento, un tiempo para vivir y celebrar, bajo el signo de “encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre en busca de Dios.
Los hombres desean la paz, aspiran a la justicia y la libertad, sueñan felicidad. Desde siempre. De generación en generación, de año en año, a través de los siglos, se prolongan estos anhelos frecuentemente decepcionados. En estos llamados y búsquedas de los hombres se expresan las promesas de Dios. La historia de Israel, el pueblo de Dios, es el signo de estas promesas y revelan su realización, conduce a Cristo Jesús y nos lo da.
Con los deseos y los anhelos de los hombres, la Iglesia, hoy, hace su oración. Nos asegura que Dios cumple sus promesas. En pos del profeta Isaías, con las palabras vigorosas de Juan Bautista, no dice, como la Virgen María que hay que acoger a Cristo.

Adviento: re-encontrar, en el fondo de sí mismo, todo lo que puede ser salvado; volverse hacia Cristo, que vendrá un día en su gloria, pero que ya está y nos espera. Volverse hacia Cristo es lo que llamamos “Convertirse”. Adviento es tiempo de conversión. Y tiempo de espera. También es tiempo de alegría y gozo por la llagada de Jesús.
Los cuatro domingos de Adviento
El primer domingo nos orienta hacia la Venida del Señor al final de la historia y el mensaje es el de la vigilancia;
• El segundo domingo está centrado en la figura de Juan Bautista y el mensaje es el de la paciencia y de la preparación activa para la Venida del Señor;
• El tercer domingo, también centrado en el Bautista, nos orienta con más fuerza hacia la persona de Aquél que viene; el mensaje es el de la alegría por la venida muy cercana;
• El cuarto domingo contempla el misterio de la Encarnación de Dios en María; el mensaje: una preparación profunda del misterio de la Navidad.
Adviento no es, pues, una simple preparación de Navidad. Celebra a la vez el nacimiento de Jesús, la última Venida del Señor que dará todo su sentido a nuestra historia; pero también celebra al Señor que viene cada día a nosotros con una presencia muy real, pero que nos da la sed de Él, más fuerte y palpable.

La corona de Adviento
Los orígenes de la corona de Adviento se remontan a costumbres pre-cristianas de algunos pueblos germánicos que confeccionaban coronas con ramas verdes y encendían fuego en medio de un diciembre oscuro y frío, como una forma de avivar entre ellos la esperanza, con vistas a la llegada de la primavera.
El mensaje cristiano le dio un nuevo sentido a esta costumbre en la espera de Navidad: el nacimiento de Jesús alumbra la existencia humana y le da sentido a nuestra vida. Es la misma Luz que nos muestra el camino de la Resurrección: en Cristo toda oscuridad ha sido vencida.
La corona de Adviento es una forma visible de vivir y celebrar nuestra espera del Hijo de Dios, en templos y capillas de parroquias y comunidades, también en nuestros hogares. Se construye con ramas verdes y en ella se insertan cuatro velas (para unirse al tiempo litúrgico, se sugiere que tres sean moradas y una rosada) que se van encendiendo, una a una, a partir del primer domingo de Adviento. La proclamación del Evangelio es un momento propicio para encender cada vela en la iglesia, lo que se puede replicar en casa junto a una oración o canto en el almuerzo o cena familiar del respectivo domingo. La vela rosada se reserva para el tercer domingo y representa el gozo que nos anticipa la venida del Salvador.

Nos preparamos para la Venida
Mientras las grandes tiendas hacen cuentas alegres para la nueva temporada navideña y decoran sus puertas, sus vitrinas y hasta el cielo con Viejitos Pascueros, nieve de algodón, trineos y pinos decorados...; mientras diseñan las mejores estrategias para atraer a los compradores y ganar la competencia con otros negocios...; mientras a las ventanas de las casas se van asomando arbolitos y guirnaldas, luces parpadeantes y saludos plásticos en inglés...; la Iglesia invita a los cristianos a preparar el corazón para que la Navidad sea la fiesta de Dios-con-nosotros. Invita a vivir el tiempo de Adviento.
Los cristianos nos preparamos a la nueva Navidad, que ya se acerca, con un ánimo distinto del que impone la cultura circundante, buscando y construyendo con perseverancia las actitudes interiores y comunitarias que mejor acojan a Dios en el pesebre- corazón de cada ser humano, de cada familia, de los habitantes de los campos y de las ciudades.
Dios viene, Dios llega, Dios instala “su tienda” en medio nuestro. Ese es el misterio central de la Navidad. Cuando los cristianos de los primeros tiempos hubieron celebrado muchas veces la Resurrección de Cristo, misterio que era el cimiento de su fe, y se fueron difundiendo por el mundo cristiano los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento, quisieron enriquecer esa celebración con otros aspectos de la vida, del mensaje y de los acontecimientos de Jesús. Se fue formando así la fiesta del nacimiento, de la visita de los magos de oriente y del baustismo de Jesús, de sus “manifestaciones”.
En este tiempo de alegría y esperanza, mientras las calles y las casas gastan mucho tiempo y dinero en preparar las fiestas navideñas, preparemos todos nuestro corazón y el de nuestros alumnos para hacerlos pesebre que acoja a Dios que nace.
Las figuras del Adviento
María, los profetas y Juan Bautista son las figuras por excelencia del Adviento. Ellos preparan la venida de Jesús. Juan y los profetas con su Palabra, María encinta en su vientre. Los profetas con la mirada puesta en un futuro de alegría y abundancia para todos, especialmente para los pobres, los que nada tienen y nada son ante los ojos humanos. Juan con una vida radicalmente entregada a Dios y una boca de fuego que no temió la muerte con tal de denunciar lo que se opone a su designio. María cuidando esa vida totalmente dependiente e indefensa que crece y se mueve por un milagro nunca visto, dentro de su propio cuerpo. María encinta, protegiendo y nutriendo con ternura esa vida que se forma en su interior, es también una llamada de atención ante la falta de respeto por la vida, especialmente la vida del inocente, que demasiado a menudo hay a nuestro alrededor. Su cuidado habla de la dignidad fundamental de todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte (y de su cuerpo, aún después de su muerte...), habla del respeto hacia los desvalidos, de la protección de los indefensos, del cuidado de los ancianos, de la condición de hijo e hija de Dios de cada ser humano.

La Navidad: fiesta de la solidaridad
Navidad no es la fiesta de los regalos y las compras, de banquetes y grandes gastos, sino la fiesta de los pobres y los sencillos.
La primera Navidad fue la Navidad de unos pobres, María y José, que no hallaron lugar en la posada del pueblo de Belén y tuvieron que ocupar un lugar deshabitado para que naciera el Niño (Lucas 2,7).
Navidad es la fiesta de los pobres, de los pastores que guardaban el rebaño de noche a quienes se anunció en primer lugar la gran noticia de que había nacido el Salvador en Belén (Lucas 2,8-20).
Navidad es la fiesta de un Dios que se hace niño, pobre, que entra en nuestro mundo sin poder ni riqueza, débil, frágil, pequeño, para que nadie se asuste de él.
Por esto cada año recordamos que ha de ser la fiesta de la solidaridad, del amor a los pequeños, del compartir, de comenzar a vivir la vida con ojos de niño, de confiar en Dios que no olvida a su pueblo. Navidad exige una respuesta de parte de cada uno de nosotros.
Si siempre es verdad que Jesús está en los pobres (Mateo 25,31-45), esto debe manifestarse mucho más en Navidad. Entonces Navidad será la fiesta del amor y de la alegría verdadera. Entonces se comprenderá lo que dice el siguiente pasaje:
"El pueblo que caminaba en tinieblas vio la luz.
Sobre los que vivían entre sombras
Brilló una gran luz.
Porque un niño nos ha nacido,
Un hijo se nos ha dado" (Isaías 9, 1ss)

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