El escritor mexicano Jorge Zepeda lo llamó “una especie de metaensayo”, un intento de periodismo armado de explicar cómo explicar el hambre. “Es algo que todo el mundo cree saber bien y quizá por eso preferimos no mirar mucho”, añadió el autor, que reconoció también que se trataba de un tema pendiente para él y que, quizá esa banalización del hambre, retrasó la empresa.
Pero el contacto directo con organismos internacionales desató los deseos de conocer a fondo el discurso de la asistencia, “que es una forma de operar sobre los efectos de la pobreza, y no sobre las causas, y que por lo tanto hunde más a los países en su condición de pobreza”. Caparrós explicó el origen de su tesis al desmontar lo que entiende una suerte de silogismo repetido sin fin en informes y revistas como The Economist: “La causa del hambre es la pobreza, dicen. Como si el hambre tuviera causa pero la pobreza, sólo efectos”
Para el autor, hoy la causa principal del hambre es la riqueza. “Si hay gente que no puede obtener comida es porque hay otra gente que no quiere dársela. Hasta hace 20 años había una coartada, que la tierra producía poco. Pero con la revolución verde y los transgénicos producimos más alimentos de los que necesitamos. Y, sin embargo hay más de 800 millones de personas en el mundo que no comen lo suficiente”.
El voluminoso tratado, más de 600 páginas, recorre ocho países que corresponden en gran parte con sus misiones para la ONU de hace una década. “En India, cada vez que voy me sorprende la facilidad con la que conviven con la miseria más absoluta. Esto requiere un por un lado un andamiaje ideológico muy sólido, el de las castas. Y por otro, la influencia de la religión. En el hinduismo, el mandato del karma es un mecanismo muy sofisticado. Pero en todos los casos, me encontré con pocos hambrientos ateos, siempre había una idea religiosas muy fuerte para justificar su situación”.
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